Hoy amanecí con ganas de escribirte, no es que sea la
primera vez que amanezco con este deseo, pero hoy por fin me siento decidido a
mandarte lo que escriba.
Espero
estés bien. Siempre que recuerdo lo que vivimos, me gusta acordarme de los
momentos bellos y felices que vivimos, esos momentos tan simples que por el
simple hecho de estar juntos se volvían extraordinarios. Cuando te imagino, me
gusta pensar que estás bien y que no hace falta nada en tu vida, que estás en
el lugar al cual querías llegar. Siempre te imagino sonriente y tierna como lo
eras, con ese toque de delicadeza y esa timidez que te caracterizaba. Me gusta
pensar que tu voz sigue siendo tan irrepetible y tus labios tan apetecibles
como un durazno, pensar que tus manos son tan suaves como las nubes y tus ojos
tan bellos como en mis sueños, pensar que sigues siendo tú aunque ya no seamos
los mismos.
Ha pasado tanto desde que te
fuiste que no acabaría por contarte, me gustaría contarte todo lo que ha pasado
y que me cuentes lo que ha sido de ti. Quisiera saber lo que haces ahora, si
tus sueños se han cumplido y con qué sueñas ahora. Quizás hayas conocido a
alguien y él te haga feliz. Me gustaría saber cómo marcha tu vida, si aún disfrutas
de correr bajo la lluvia, si aún pasas noches enteras escribiendo; saber si dejaste
por fin de estar inconforme con tu cuerpo, si sigues escuchando esa música rara que a
nadie le gusta o saber si en algún momento te has acordado de mí.
Yo estoy aquí donde siempre y como siempre.
Sigo siendo un soñador empedernido, un iluso. Y pensar que hace unos años
caminaba a tu lado de la mano por esa acera que era mi camino hacia la gloria.
Recuerdo tu voz y tu mirada, tus palabras. Quisiera regresar el tiempo y
colocarme justo en el momento en el que estaba junto a ti. A veces cuando se
hace de noche y la ciudad está en calma, lloro muy bajito, tan bajito que lo
único que escucho es el sonido que producen mis lágrimas al caer a mi almohada
y quisiera traerte de vuelta conmigo. Quisiera contarte todo de mí, contarte lo
difícil que me ha sido acostumbrarme a tu ausencia. A estas alturas de mi vida
pensaba que serías menos que un recuerdo, pero no, sigues aquí a pesar de tu
ausencia. Aunque el tiempo haya pasado y la distancia sea mucha entre nosotros,
eso no ha podido extinguir por completo
mi sentimiento hacia ti. Te extraño y no sé si algún día deje de hacerlo. Yo
trato de seguir adelante, salgo a trabajar en el mismo trabajo que odie siempre
y por las tardes voy a los mismos lugares. Aún escribo, creo que no tan lindo
como lo hacía antes; aún voy al restaurante aquel donde comíamos y aún te
quiero.
No
espero que un día mágicamente regreses porque has descubierto que has vuelto a
quererme, no espero un día ser feliz a tu lado, no espero que contestes esta
carta, solo espero que allá donde te encuentras, te amen por quien eres,
sonrías como siempre y seas tan feliz como lo fuimos una vez.