Cada mañana pienso en ti. Te pienso cuando despierto y aún sobre mi cama pienso si habrás despertado también. Pienso en ti y en si habrás despertado contenta, en si estarás batallando con tu rebelde cabello o en si mirándote al espejo te miras menos bonita que ayer. Pienso en ti y en tu belleza, que aunque no sea de revista es la belleza que me cautiva; pienso en lo bello de tus sentimientos, en lo bello de tu humor, en lo bello en tus gestos, en tu bella forma de existir.

Pienso en ti cuando se hace tarde y el sol se empieza a ocultar, como tú cuando te sientes insegura. Pienso en si habrás tenido un buen día en el trabajo, en si te habrás enojado con todo el mundo como cuando te sientes agobiada. Pienso en si te habrás quedado con hambre por no comerte lo que crees podría hacerte ver mal. Pienso en si hoy no te sentiste valorada por lo que hiciste. Pienso en lo suave de tus manos, lo dulce de tu aroma, lo bello de tu risa y lo bien que me siento cuando estoy a tu lado.

Pienso en ti por las noches, cuando la calma impera en las calles y el bullicio diurno se ha controlado, cuando acostado sobre mi cama miro el techo de mi habitación e imagino la forma de tu cara. Pienso en ti y en tus manías, en si ahora lees otra vez tus libros favoritos, pienso en si como yo ahora sentirás frío y en si escucharás antes de dormir aquella canción que a ambos nos gusta. Pienso en lo mágico que es estar pensando en ti.

Pienso en ti cada día, y pienso, más bien deseo, que allá donde tú te encuentres, pienses también un poquito en mí.

Amé cada parte de tu ser, cada centímetro de tu cuerpo. Amé tus risas y tus lágrimas, tus palabras y tu silencio. Te amé sin miedos ni limitaciones, te amé sin reservas, sin dudarlo. Amé cada mirada, cada sonrisa, cada palabra, cada momento a tu lado. Amé tus besos y tus caricias, amé tu cabello y tu voz. Amé tu belleza y tu humor, tus gestos, tus enojos y tus defectos. Amé tus bromas y tus crueldades, tus cosquillas, tu imaginación. Amé tus sueños y tus esperanzas, tu ropa, tu estilo, te amé.

Amé caminar de la mano contigo, sentarme a tu lado y platicar. Amé comer del mismo bocado, hacerte reír, hacerte gozar. Amé tus dudas y tus certezas, tus creencias y tu fe. Te amé cuando me amabas y cuando no, te amé cuando me odiabas, siempre te amé. Amé correr a tu lado bajo la lluvia, amé la aventura de volverte a ver, amé los días y las noches en tu compañía, amé bailar a tu lado aquel vals. Amé tus historias, tus recuerdos, tus chistes, tu música. Te amé por sobre todas las cosas, te amé más de lo que me he amado. Amé absolutamente todo de ti, pero sobre todo, amé saber que eras feliz,  y que yo te hacía feliz.

Te amé para nunca más dejar de hacerlo, es por eso que hoy, yo todavía te amo.  

Me encantaste desde el primer momento, supe que eras especial y única. Supiste entenderme y lograste abrirme a decir todo aquello que callo. Supiste callar las voces de mi mente y tranquilizarme. Lograste hacerme sentir, me derrumbaste y me construiste. Llenaste cada hueco de mi alma, hiciste que mi corazón latiera con fuerza. Me hiciste vivir de nuevo cosas que el tiempo había enterrado, me hiciste imaginar cómo sería aquello que deseaba fuera y nunca se realizó, me hiciste viajar en el tiempo. Me hiciste vivir.

Gracias por haberme dado tanto; yo apenas puedo darte un poco de lo mucho que me diste. Nunca creí volver a sentir como ahora, volver a sentir en mis ojos esas lágrimas que se retienen pero al final terminan por desbordarse, volver a sentir este dolor en el corazón y esta dificultad al respirar, pero tú lo lograste, has despertado cosas que creí muertas hace mucho.

Hemos llegado muy lejos con esto y tal vez mi mayor falta de ortografía haya sido no ponerle punto final a esto antes. Hemos recorrido tanto juntos que me siento tan unido a ti que al desprenderte, siento que me quedo sin una parte de mí. Me siento vacío, tan solo y con las miles de voces que vuelven a inundar mi cabeza. Me siento solo e incomprendido, eras mis cimientos, sin ti me derrumbo, me estremezco, me termino.

Es tarde, tengo que irme. Lo sé, nunca antes había dicho esto porque nunca era tarde para contarte todo cuanto se me ocurriera, pero siento no poder más estar aquí sin derrumbarme. Quiero huir de aquí y volver donde antes, a ese rincón frío de la cama donde con la música suave de guitarras tristes y voces melancólicas en mis oídos y las almohadas naufragando en mi mar de llanto pueda encontrar consuelo con la madrugada, con el cantar de los gallos y el asomarse del sol.

Gracias mi amada, fuiste, eres y serás tan especial para mí. No sé que sea sin ti, pero tú, por tu parte sé que seguirás siendo igual de increíble sin mí. Es hora, adiós querida, mi más amada, hasta siempre poesía, aquí te dejo tu punto final.

O quizás simplemente deba olvidarte,

expulsar la esperanza de mi ser

y de una vez por todas reconocer

que para mí no pudiste ser,

y dejarte… y olvidarte.

Y tal vez la ilusión era solo eso

y la esperanza una quimera

que en mi alma deja profunda huella

y en mi corazón la felicidad por tierra,

y ya no queda nada… y solo queda eso.

Y ojalá y donde estés, bien estés

te recordaré, te tendré presente

en mi corazón, alma y mente

tu recuerdo será inmortal, perenne,

el tiempo borrara cosas, pero no este jueves.

Siempre deseé tener superpoderes cuando era niño. Me imaginaba volando lo más alto posible, tener una fuerza extraordinaria o resistir el fuego, pero lo que más deseaba era ser invisible. Así podría salir sin que nadie lo notara y entrar sin que me miraran, así podría avanzar sin que a nadie le importara.

Después de tanto que ha pasado en mi vida creo que lo he conseguido, pues cada vez que camino y te encuentro parece como si no me vieras, y yo, aunque te muestre mi mejor sonrisa y aunque porte mi más bonito suéter para llamar tu atención, aunque levante mi mano y diga adiós, no me ves. Nunca pensé que fuera tan malo, pero lo es. Cada que me encuentro contigo logras hacerme sentir invisible.

Mírate, tan mustio, tan lejano, tan altivo, tan sin alma, tan idiota.

Mira como ella sonríe, te sonríe. Mira como el tiempo transcurre y tus pies se aferran a tu suelo, como tus miedos te atan, como tu vergüenza te cubre de más vergüenza.

Mírate y aprende lo que no debes hacer. Ve que las oportunidades no son eternas, que el amor se apaga si no se alimenta. Mírate y aprende cómo no debes ser.

¡Levántate, anda! Rompe las cadenas que te atan a tus miedos, a tus costumbres, a lo que eres y no quieres ser. No seas idiota y rompe tus esquemas, sorpréndete, sorpréndela, sorpréndelos. Hazlo.

Vístete de sorpresa, asómbralos. Vive, goza, ama. Deja de ser lo que no quieres ser… se.

Obviamente tú mereces todo mi reconocimiento, mi amor y mi corazón. Mereces lo mejor de mí, lo que doy y lo que soy. Pero sucede que no es suficiente; mi admiración no basta, mi corazón está roto y seco y mi amor, sí, mi amor iluso y desiluso no bastan para llenar todo lo que te mereces.

Sucede que tú eres bella como ninguna, virtuosa y llena de bondad, y sucede que yo no soy el más noble caballero. Ni el más cortés, ni el más tenaz.

Sucede que yo soy un simple bufón, que ríe y hace reír lleno de tristeza, que mi alma está podrida y mis sueños derrumbados. Sucede que por más que quiera que lo nuestro suceda, no me siento digno de sucederte porque no soy más que una parte de lo que te mereces, no soy más que un simple soñador. Eso sí, por ti la vida daría, por ti de mí sacaría mi corazón. Pero eso no es suficiente para ti mi amor, pues aunque tuyo es todo lo que quiero, puedo y soy, no habrá de ser suficiente para conseguir tu amor,  y sólo serás una bella ilusión.