El reloj marcaba las 12:30 de la tarde, la gente entraba y
salía copiosamente de aquel restaurante. Los autos avanzaban raudos por la
calle afuera y la gente avanzaba como estampida por la acera. Mientras tanto,
yo esperaba mi orden con paciencia mirando todo aquel bullicio. Y entre toda
aquella gente que entraba y salía de aquel lugar, entrabas tú. Eras distinta a
todo lo que había visto antes, eras especial, eras lo que tanto tiempo había
esperado. En cuanto te vi lo supe y no pude resistir mirarte, tú eras a quien
quería entregar mi corazón. No sabía nada de ti pero eso no importaba, mi
corazón te quería y esta vez mi mente no se interponía a ese sentimiento. Mi
corazón estuvo dispuesto a entregarse por completo, quedarse desnudo confiando
en que tú no le harías daño. El amor venció al temor y no tenía ninguna duda,
ningún miedo a entregarme por completo. Estaba dispuesto a saltar al vacío
confiado en que al caer tú me atraparías.
Te vi y
supe que eras la elegida. Estuve
puntual allí, en aquel lugar que se hizo especial porque estabas tú. No se
trataba de una alineación cósmica lo que nos había unido, no se trataba de que
nos hubiera unido el destino, simplemente tú habías decidido ir a aquel lugar y
yo había decidido hacer lo mismo al mismo tiempo, era una bella causalidad.
Te
observé a lo lejos, te estudié, te aceché. Quería estar seguro de no arruinar
aquel momento. Te convertiste en lo que
tanto esperé, pero yo sólo era una persona más. Así que a partir de ese momento,
mi objetivo era convertirme en alguien especial en tu vida, tan especial como
tú rápidamente te volviste en la mía.
Tú parecías estar en otro mundo más tranquilo y plácidamente mirabas por la
ventana de aquel lugar el movimiento que había afuera. Me acerqué tratando de
simular calma, pero me sentía inmensamente nervioso, las manos me sudaban y las
ideas de mi mente se tornaban confusas. Me detuve un momento, respiré hondo y
continué avanzando. Puse suavemente mi mano en la mesa donde estabas y
lentamente volteaste a verme. Me miraste con sorpresa y me quedé un par de
segundos mirando tus lindos ojos color de ensueño. Tras lo cual dije con
seguridad:
— Hola.