Supongo
que en algún momento llegamos a tener un amor imposible. Uno de esos amores que
ni las desilusiones, ni la distancia, ni el tiempo parecen borrar. Esos amores
que aparentan ser eternos, pero que si se piensa bien, si nos detenemos un
momento a reflexionar en él, son solo
momentos los que crean ese amor. Lo demás son fantasías, maquinaciones de
nuestra mente que hacen que crezca ese amor. Se empieza por atribuir
cualidades, por hacer inigualables unos ojos ordinarios o creer que una sonrisa es
perfecta cuando está lejos de serlo. Luego se confunde un saludo amable con un
coqueteo, una mirada casual con un mirar apasionante, una conversación de
algunos minutos con una muestra de interés en nosotros. El que sea imposible es
un ingrediente esencial, pues un amor no duraría tanto tiempo, tantas lágrimas,
tantas canciones, tantos suspiros, si no fuese imposible. Y es así como poco a
poco, o a veces no tanto, se crea un “eterno” amor imposible.
Conocí
mi amor imposible cuando apenas tenía 12, en ese tiempo era tan ingenuo que aún
creía que no había nada imposible. Poseía un corazón impecable y sin ningún
rasguño, dispuesto a ilusionarse con cualquier cosa, como ser una estrella de
rock, ser un exitoso futbolista, o ser un prestigioso profesionista. Sin
embargo mi corazón eligió ilusionarse con una mujer esbelta con más o menos uno
sesenta de estatura. Su piel era áspera y ceniza, pero en aquel entonces para
mí era más tersa que las nubes. Sus ojos eran negros como ningunos, eran,
porque ahora me doy cuenta que eran más comunes que el acné a esa edad. Poseía
una voz melosa que me costó mucho tiempo superar. Su personalidad era fría y
algo distante de los demás, solo de vez en cuando esbozaba una sonrisa… su
sonrisa, era y sigue siendo un regalo de Dios para la humanidad.
Fue
necesario esperar varios años, derramar cientos de lágrimas, desvelarme muchas
noches, sufrir con muchas películas y canciones románticas para superar a mi
amor imposible. Fue hasta que apareció una mujer diferente con un alma cálida y
una sonrisa estupenda que me hizo sentir la necesidad de ilusionarme de nuevo.
Esta vez veo sus cejas asimétricas y su diente chueco, pero también veo en ella
el deseo de hacerla feliz. Veo en sus ojos la tristeza de años pasados pero en
su sonrisa la capacidad de haber dejado todo atrás. Siento sus manos que
encajan perfectamente con las mías, y su cabello que eriza mi piel cuando
acaricia mi cuello. Conozco su risa y sus gestos, su manera de hablarme cuando
pierdo la esperanza. Conozco su aroma y la capacidad que tiene de adaptarse al
cambio. No es un momento, no es un sueño, no es una ilusión, es real y está
para mí tanto como yo estoy para ella. Y la amo. Fue así como comprendí que
aunque el amor imposible dura mucho tiempo, el amor definitivo dura para
siempre.