Amores imposibles.

By Blessing. - agosto 15, 2016

                Supongo que en algún momento llegamos a tener un amor imposible. Uno de esos amores que ni las desilusiones, ni la distancia, ni el tiempo parecen borrar. Esos amores que aparentan ser eternos, pero que si se piensa bien, si nos detenemos un momento a reflexionar en él,  son solo momentos los que crean ese amor. Lo demás son fantasías, maquinaciones de nuestra mente que hacen que crezca ese amor. Se empieza por atribuir cualidades, por hacer inigualables unos ojos ordinarios o creer que una sonrisa es perfecta cuando está lejos de serlo. Luego se confunde un saludo amable con un coqueteo, una mirada casual con un mirar apasionante, una conversación de algunos minutos con una muestra de interés en nosotros. El que sea imposible es un ingrediente esencial, pues un amor no duraría tanto tiempo, tantas lágrimas, tantas canciones, tantos suspiros, si no fuese imposible. Y es así como poco a poco, o a veces no tanto, se crea un “eterno” amor imposible.

                Conocí mi amor imposible cuando apenas tenía 12, en ese tiempo era tan ingenuo que aún creía que no había nada imposible. Poseía un corazón impecable y sin ningún rasguño, dispuesto a ilusionarse con cualquier cosa, como ser una estrella de rock, ser un exitoso futbolista, o ser un prestigioso profesionista. Sin embargo mi corazón eligió ilusionarse con una mujer esbelta con más o menos uno sesenta de estatura. Su piel era áspera y ceniza, pero en aquel entonces para mí era más tersa que las nubes. Sus ojos eran negros como ningunos, eran, porque ahora me doy cuenta que eran más comunes que el acné a esa edad. Poseía una voz melosa que me costó mucho tiempo superar. Su personalidad era fría y algo distante de los demás, solo de vez en cuando esbozaba una sonrisa… su sonrisa, era y sigue siendo un regalo de Dios para la humanidad.

                Fue necesario esperar varios años, derramar cientos de lágrimas, desvelarme muchas noches, sufrir con muchas películas y canciones románticas para superar a mi amor imposible. Fue hasta que apareció una mujer diferente con un alma cálida y una sonrisa estupenda que me hizo sentir la necesidad de ilusionarme de nuevo. Esta vez veo sus cejas asimétricas y su diente chueco, pero también veo en ella el deseo de hacerla feliz. Veo en sus ojos la tristeza de años pasados pero en su sonrisa la capacidad de haber dejado todo atrás. Siento sus manos que encajan perfectamente con las mías, y su cabello que eriza mi piel cuando acaricia mi cuello. Conozco su risa y sus gestos, su manera de hablarme cuando pierdo la esperanza. Conozco su aroma y la capacidad que tiene de adaptarse al cambio. No es un momento, no es un sueño, no es una ilusión, es real y está para mí tanto como yo estoy para ella. Y la amo. Fue así como comprendí que aunque el amor imposible dura mucho tiempo, el amor definitivo dura para siempre.


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