Te hablaré un poco de mí, aunque no me escuches, aunque no me veas, aunque quizás, ya me hayas olvidado. Te diré que estoy muy bien, pero entre líneas, hay un te necesito que hace que en realidad no me encuentre del todo bien. Yo no te he olvidado, todo lo contrario, todas las noches invoco tu recuerdo; sentado, mirando a la ventana, creo ver tu sombra que se aproxima lentamente a mirarme, quedo decepcionado al darme cuenta que solo es mi imaginación y mi anhelo por volver a verte. Sigo siendo el mismo, quizá un poco más serio y un poco más triste que lo de costumbre. Hago lo imposible por conservar intacto tu recuerdo; guardo tus cartas, como santuarios recorro los lugares por donde pasábamos, conservo en mi mente las palabras que me decías, y tengo tu risa, tu voz y tu mirada en mi mente. No te olvido, y tampoco intento hacerlo, porque ¿cómo olvidar aquello que es necesario para vivir? Y es cierto que aunque estoy sin ti no he muerto, pero siento estarlo desde que estoy sin ti. Todas las mañanas me levanto temprano y voy al parque a correr, aquel que nos vio caminar tomados de la mano y vio como nuestros corazones se unían; vio como nuestras miradas se convertían en caricias y nuestros abrazos en besos. Corro y escucho las canciones que oíamos, y te pienso, como si fueras algo indispensable al amanecer. Y te extraño.

Yo no sé como estés, ni sé dónde estás. No sé con quién estás, ni desde cuándo. Pero deseo que estés bien. Necesito saber de ti, necesito saber que te encuentras bien, quiero saber que no me has olvidado; por favor, háblame de ti…