Sin decir adiós.

By Blessing. - septiembre 05, 2011

Fue una noche de lluvia cuando la miré. El frío hacía mi noche más triste y la luna estaba ausente. El viento que corría me hacia extrañar el roce de su piel; de ella, esa que enveneno mis labios con su miel, que cautivo mis sentidos y llenó de inviernos mi primavera, ella que se fue sin decirme adiós.

Caminando sobre los charcos que sobre el asfalto había y que parecían pequeños estanques de plata por las luces que alumbraban la calle, ella sonrió tras de mí, y yo con una ligera reacción, regresé a mirar atrás, y estaba ella, sola y riendo, caminando tras de mí. Paré un instante y pregunté por qué reía, ella me miró fijamente y sin un gesto ni una palabra, me explicó lo que le ocurría. Estaba cansada de llorar, que reía para recordar lo que era una alegría. Una lágrima cayó lentamente de sus ojos y yo sin conocerla me acerqué a ella y la abracé.

Nunca había mirado a una mujer tan bella como ella, nunca había escuchado una sonrisa tan dulce como la de ella, nunca alguien había logrado que me olvidara de ella, de quien se fue, sin decir adiós.
Paramos frente a una fuente, la lluvia dejó de caer y estábamos los dos, con nuestros corazones rotos y diciéndonos quien sabe que silencios. De pronto, tuve la idea de besarla, y sin pensarlo lo hice. Ella cedió a besarme y la luna cedió a asomarse. Nos besamos como es propio de dos corazones rotos, la abracé tanto y la acaricié por mucho tiempo. La fuente, la luna y los arboles fueron testigos de la pasión que exploto en ese instante. Ella logro borrarme por primera vez de la mente a ella. Ella, una completa desconocida, logro que olvidara, aun por un momento, a ella, que se fue sin decir adiós.

Después de dejar mi ser en sus labios y su miel en los míos, después de que mis brazos la abrazaran tantas veces, ella se fue, sin decirme nada y sin voltear a ver mientras se iba. Poco a poco se fue sumergiendo en la oscuridad hasta que desapareció. Se fue sin decirme adiós.

Nunca supe su nombre, nunca he sabido más de ella, pero siempre voy por las noches a esa fuente y me siento frente a ella a esperarla aunque nunca llega. La espero a ella que se fue sin decir adiós, al igual que ella, que tampoco dijo adiós.




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