Me encantaste desde el primer momento, supe que eras
especial y única. Supiste entenderme y lograste abrirme a decir todo aquello
que callo. Supiste callar las voces de mi mente y tranquilizarme. Lograste
hacerme sentir, me derrumbaste y me construiste. Llenaste cada hueco de mi
alma, hiciste que mi corazón latiera con fuerza. Me hiciste vivir de nuevo
cosas que el tiempo había enterrado, me hiciste imaginar cómo sería aquello que
deseaba fuera y nunca se realizó, me hiciste viajar en el tiempo. Me hiciste
vivir.
Gracias por haberme dado tanto; yo apenas puedo darte un
poco de lo mucho que me diste. Nunca creí volver a sentir como ahora, volver a
sentir en mis ojos esas lágrimas que se retienen pero al final terminan por
desbordarse, volver a sentir este dolor en el corazón y esta dificultad al
respirar, pero tú lo lograste, has despertado cosas que creí muertas hace
mucho.
Hemos llegado muy lejos con esto y tal vez mi mayor falta de
ortografía haya sido no ponerle punto final a esto antes. Hemos recorrido tanto
juntos que me siento tan unido a ti que al desprenderte, siento que me quedo
sin una parte de mí. Me siento vacío, tan solo y con las miles de voces que
vuelven a inundar mi cabeza. Me siento solo e incomprendido, eras mis
cimientos, sin ti me derrumbo, me estremezco, me termino.
Es tarde, tengo que irme. Lo sé, nunca antes había dicho
esto porque nunca era tarde para contarte todo cuanto se me ocurriera, pero
siento no poder más estar aquí sin derrumbarme. Quiero huir de aquí y volver
donde antes, a ese rincón frío de la cama donde con la música suave de
guitarras tristes y voces melancólicas en mis oídos y las almohadas naufragando
en mi mar de llanto pueda encontrar consuelo con la madrugada, con el cantar de
los gallos y el asomarse del sol.
Gracias mi amada, fuiste, eres y serás tan especial para mí.
No sé que sea sin ti, pero tú, por tu parte sé que seguirás siendo igual de
increíble sin mí. Es hora, adiós querida, mi más amada, hasta siempre poesía,
aquí te dejo tu punto final.