Miro tu retrato y de repente algo ocurre en mí, y es que hay
cosas que inevitablemente recuerdo.
Hay cosas aparentemente simples que me recuerdan a ti.
Recuerdo tu sonrisa, los lugares en los que pasamos momentos incomparables y
hay cosas que me torturan como el que ya no estés aquí.
Camino por la calle y veo puestos de comida que me evocan
nuestras decisiones aleatorias de comer en lugares insospechables; sigo y miro
a un tipo pidiendo limosna, sin piernas y su cuerpo todo sucio, un niño solo, y
pienso lo injusta que es la vida de ése niño y recuerdo lo injusta de tu
infancia, de nuestra infancia. Miro arriba y brilla un sol furioso, brillante y
pienso en la luz de tu rostro cuando sonríes. Piso las pisadas que dejamos
meses atrás, lugares que recorrimos y que ahora yo recorro sin nadie, mas que
con una bolsa de comida, ésta vez solo para uno y tu ausencia. Me detengo un
momento y finjo que espero algo, te espero donde te esperaba, pero sé que no
llegarás.
Continúo caminando y escucho una canción que no dice tu
nombre, pero sí dice lo que por ti sentía y siento. Intento recrear el sabor de
tus labios, el olor de tu cabello, el palpitar de tu corazón, tu mirar triste.
Y es que hay cosas que nunca olvido.
De repente te cruzas en mi camino, te miro y dejo de pensar
en todo, ya no estoy triste sino que me siento feliz, aunque sé que nunca
estarás junto a mí y es que hay cosas que no tienen explicación, como esta
felicidad que me produce este sufrimiento.
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